¡SI NOSOTROS VAMOS, ÉL VENDRÁ!

Revisión de la enseñanza original de 1995

Por Doug Stringer

¿Cuántos de nosotros diríamos que queremos ser usados por Dios? Yo creo que todos como Cristianos deseamos que Dios nos use. Yo creo que también estaríamos de acuerdo en que si Dios hablara algo a nuestro corazón que Él quisiera que hiciéramos, nuestro deseo sería obedecerle. Creo que el Señor nos está haciendo una pregunta y una promesa al mismo tiempo. “Si somos fieles en ir adonde el Señor nos guía, entonces Él nos encontrará y las almas serán agregadas al Reino”. 

¿Seremos fieles en ir adonde Él nos guíe? Cuando escuchemos a Dios hablar algo a nuestro corazón, ¿obedeceremos? Al  leer usted este mensaje, oro que Dios le hable a su corazón como individuo y que juntos, como Cuerpo de Cristo, escuchemos el reto de Dios para la Iglesia.

 

LA PREGUNTA

Esto me lleva a hacer una pregunta, “¿Tenemos oídos para escuchar lo que el Espíritu del Señor nos dice?” ¿Hemos comenzado a tomar al Señor y Su Palabra por hecho? Nos hemos cansado hasta desmayar en el camino, y por lo tanto, ¿no somos tan sensibles a la voz de Dios como lo fuimos alguna vez? Inicialmente podemos decir “¡Por supuesto que no! “Sin embargo, cuando vemos al pueblo de Israel, podemos ver una similitud entre ellos y la Iglesia de hoy. En Números 21:4 leemos, “Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino.”

Los primeros tres versículos de ese capítulo explican cómo Dios cumplió Sus promesas. A través del libro de Éxodo, leímos de todas las obras maravillosas que Dios hizo por Su pueblo. Sin embargo, el pueblo se desanimó. En Números 21:5, dice, “Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano.” ¿De cuál pan estaban hablando? Este era el maná enviado por Dios. Detestaban el maná que Dios Mismo les proveía durante el tiempo que pasaron en el desierto.   A pesar de que habían recibido provisión diaria de parte del Señor, en su momento de cansancio, perdieron su enfoque de la bondad de Dios. A menudo, en tiempos de cansancio y desánimo, detestamos las mismas cosas que nos dan vida de parte de Dios. Y la pregunta se regresa a cada uno de nosotros, “¿Escucharemos lo que el Señor está diciendo y después obedeceremos?”  No debemos ni detestar ni resistirnos a lo que Dios nos está hablando como Iglesia. Para poder escuchar lo que Dios nos está diciendo, nuestro corazón debe estar abierto para recibir de Él.

Parece que en medio de la gran provisión de Dios en nuestras vidas, podemos comenzar a tomarlo por hecho,  así como los del Pueblo de Israel en el libro de Números. Comenzaron a odiar y a detestar el maná de Dios, Su provisión para ellos. La gente comenzó a desanimarse y se preguntaban cuánto tiempo más estarían en el desierto. Murmuraron y se quejaron y dejaron de agradecerle a Dios por Su bondad. De la misma manera, cuando nos desanimamos, podemos perder nuestra visión de esperanza.  Nuestro enfoque ya no está en el Señor, sino en nuestras circunstancias. Sin embargo, esas presiones y  circunstancias deben ser un catalizador para volvernos más cerca del Señor. Es durante esos tiempos intensos, que reconocemos nuestra total dependencia en Él. Cuando pasamos por pruebas, estamos mucho más conscientes de nuestra necesidad desesperante por la intervención del Señor. Sin embargo, al concedernos Dios avances, nos volvemos desagradecidos, viendo lo que nos falta en vez de la provisión y gracia abundante de Dios. 

 

¿Tenemos oídos para oír lo que el Espíritu del Señor nos dice?

 

VERDADERA SATISFACCIÓN

A través de los últimos 2000 años, la Iglesia ha vencido en dos cosas: pobreza y persecución.  En 2000 años, cada vez que ha existido la pobreza, la Iglesia ha prosperado. Dios siempre causó que prosperara la Iglesia en medio de la pobreza para propagar el Evangelio. En medio de la persecución, el Evangelio ha continuado compartiéndose por medio del pueblo de Dios. A través de la historia de la iglesia, durante tiempos de persecución, el avivamiento ocurre.

En contraste, cuando nos encontramos a nosotros mismos en tiempos de calma relativa y confort, podemos volvernos complacientes y difíciles de oír. La Iglesia ha fallado en crecer durante largos períodos de paz y prosperidad. Dios si desea que Su pueblo tenga paz y prosperidad, permitiendo que esa sea una señal de Su bondad para las naciones. Sin embargo, pareciera que en estos tiempos de descanso, nos distraemos y olvidamos que nuestra total realización se encuentra sólo en el Señor. Nuestros ojos se enfocan en el mundo material, y confiamos en nosotros mismos, volviéndonos auto-dependientes, en vez de depender totalmente en Él. Cuando esto sucede, debemos volver al Señor porque es sólo en ese lugar de intimidad con Él que podemos encontrar la verdadera satisfacción.

Jesús puso el ejemplo y nos dijo lo que realmente trae una realización y satisfacción a nuestra vida.  Como dijo en Juan 4:34, “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.”  De la misma manera, si deseamos una verdadera satisfacción por el deseo de ganar almas, entonces debemos hacer la voluntad de Dios. Jesús sigue diciendo en Juan 4:35, “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.” 

Jesús puso el ejemplo y nos dijo lo que realmente trae una realización y satisfacción a nuestra vida.  Como dijo en Juan 4:34, “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra.”

 Jesús les dijo a los discípulos que levantaran sus ojos, así es que han de haber estado viendo a otro lado, pero no a la cosecha. Es posible que su enfoque haya sido en ellos mismos y sus circunstancias.  Jesús los exhortó a levantar su vista y renfocarse. Jesús sabía que la verdadera realización para los discípulos vendría cuando se enfocaran en la cosecha. Al comenzar a ver con la misma perspectiva que tenía Jesús, ellos verían las necesidades de otros, y su realización  sería encontrada al trabajar en los campos de cosecha. Lo mismo es verdad para nosotros. Cuando quitamos nuestros ojos de nosotros mismos y comenzamos a ver las necesidades de los demás, nuestras necesidades serán satisfechas y encontraremos la plenitud. Además, habrá almas agregadas al Reino.

Debemos recordar aún durante los períodos de paz y prosperidad, mantener nuestros ojos enfocados en el Señor de la cosecha y en los campos que están listos. Existen almas que están clamando por una probadita de la bondad del Señor y nosotros tenemos la obligación de alimentarlos. Al hacer la voluntad del Padre, encontraremos una gran satisfacción para nuestra propia vida. 

 

EL CAMPO DE LA COSECHA

Yo he tenido muchas experiencias que han despertado mi corazón con respecto a la inmensidad del campo de la cosecha. Una en particular sobresale. Usted ha de estar consciente que soy mitad japonés.  Nací en Japón, pero he vivido en América la mayor parte de mi vida. Es interesante que en 1979, antes de que me rindiera al llamado de Dios, dos evangelistas hablaron una palabra profética a mi vida.  Ellos dijeron que Dios me usaría como evangelista, y que Él me abriría puertas para Australia y Japón.  En los primeros años de mi ministerio, Dios me abrió puertas a varias partes de Asia, Australia y Nueva Zelanda. Sin embargo, una nación permaneció cerrada para mí – Japón. Yo no había vuelto a Japón por más de 21 años, pero en 1995, la puerta se abrió y tuve el privilegio de regresar para ver cómo podríamos ayudar a las víctimas del terremoto  en Kobe.

Como usted puede recordar, un terremoto devastó Kobe, Japón en enero de 1995.  Una tarde mientras estaba allá, subí al cuarto donde me estaba quedando y comencé a llorar incontrolablemente.  Estaba tan abrumado por las necesidades de los japoneses. No sólo tenían grandes necesidades materiales debido al terremoto, sino que tenían inmensas necesidades espirituales. En aquel tiempo Japón era solamente ½ de 1% cristiano, 15 años más tarde, sólo 1.5% son cristianos (Operación Mundo).  Sentí una gran carga por el quebrantamiento de la gente y comencé una vez más a escuchar el clamor de las multitudes de personas en el valle de la decisión. El Señor me estaba permitiendo sentir una pequeña parte de Su dolor por los perdidos.

Comencé a clamarle al Señor, “Dios, no es justo. No te estoy cuestionando, pero no entiendo.  En América hemos escuchado el Evangelio numerosas veces y existen personas que nunca han escuchado el Evangelio. ¿Dónde está la justicia cuando tenemos todos los recursos y otras naciones jamás han escuchado hablar de Ti? Mi corazón se sintió abrumado y lloré en quebranto. Escuché una y otra vez con mi corazón y  mis oídos, “la cosecha aún es mucha y los obreros son demasiado, demasiado pocos.” Esas eran las palabras que me había hablado tiempo atrás el Hermano Leonard Ravenhill.  Él me exhortó diciéndome, “Doug, continúa orando por obreros para la cosecha.”  Esas palabras resonaban nuevamente durante mi siguiente viaje a Asia cuando visité al Dr. Khoo Oon Teik, un reconocido médico que ayudó a desarrollar un Instituto Bíblico en Singapur. El Profesor Khoo tomó mi mano y lloró, “Doug, por favor levante más obreros para la cosecha.”  Esas palabras siguen sonando en mis oídos.

 

Si NOSOTROS VAMOS

Regresé a América con un sentido de quebranto que no puedo expresar. Mi oración desde entonces ha sido que Dios le dé a la Iglesia un sentido de urgencia de que somos los obreros que Dios ha llamado a la cosecha. Hay algo que cada uno de nosotros podemos hacer y Dios ha prometido que si vamos, Él vendrá.

Jesús Mismo nos animó con esta promesa como vemos en Lucas 10:1-2. Lucas 10:1 dice, “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de Él a toda ciudad y lugar adonde Él había de ir. Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a Su mies.  Id; he aquí Yo os envío como corderos en medio de lobos.”

La cosecha aún es mucha y los obreros siguen siendo muy, muy pocos.  ¿Estamos dispuestos a ser esos obreros? Yo creo que debido a los largos períodos de paz y prosperidad en América, nosotros, la iglesia americana, nos hemos vuelto apáticos y complacientes en nuestro confort. Yo creo que el Señor nos está agitando. No podemos sólo decir, “Dios, haré lo que Tu quieras,” sino que debemos estar dispuestos a hacer lo que Dios quiera. Muchos de nosotros hemos orado, “Dios, lo que sea, lo que Tu quieras, yo lo haré.” Recuero que el Pueblo de Israel oró así una vez. Ellos dijeron, “Jeremías, lo que Dios quiera, ve y pregúntale, y nosotros lo haremos. Todos estaban de acuerdo. Jeremías regresó y les dijo lo que el Señor quería que hicieran, y ellos lo llamaron “mentiroso”. Hablaron las palabras correctas con sus labios, pero su corazón ya había decidido lo que querían escuchar.  Así es que la pregunta vuelve a nosotros, “¿Tenemos oídos para escuchar lo que el Señor está diciéndonos hoy?”

 

EL CAMINO A LA CRUZ

El camino a la cruz está diciendo, “No mi voluntad, sino Tu voluntad sea hecha.” Cuando vemos el libro de Levítico, una de las cinco ofrendas que fue presentada como un sacrificio a Dios, fue la ofrenda del holocausto. La ofrenda del holocausto representaba la total rendición a la voluntad del Padre.  Eso es lo que Jesús hizo. Jesús oró, “Padre, no mi voluntad sino la Tuya sea hecha.” Jesús realmente se convirtió en el holocausto, un sacrificio ofrecido a Dios por nosotros. De la misma manera, se nos dice en Romanos 12:1 que “nos ofrezcamos a nosotros mismos como sacrificios vivos, santos y aceptables a Dios.” Debemos hacer lo mismo que Él. Jesús no dijo, toma Mi cruz y sígueme.  Él dijo, toma tu cruz y sígueme. Nuestra vida es el sacrificio que tenemos que ofrecerle a Dios, todo nuestro corazón a Su voluntad. Cuando escuchamos a Dios hablar, debemos morir a nuestros propios deseos.  Dios puede pedirnos que hagamos algo que realmente no deseamos hacer. Sin embargo, cuando podemos obedecerlo en esas cosas, comprenderemos la total rendición a Su voluntad.

Hay una gran satisfacción, esperanza y gozo en obedecer a Dios. Cuando leemos en Lucas 10, verso 1, vemos que Jesús está haciéndoles una promesa a los discípulos. Cuando los comisionó para que fueran de dos en dos, Él prometió que si ellos iban, Él vendría. Dios nos está diciendo, “Quiero que vayan y preparen en cada ciudad y lugar a donde los envíe, y después vendré.”  Yo creo que Dios se va a mover poderosamente, cómo nunca hemos visto antes.  Debemos estar dispuestos y ser fieles para ir a donde Él nos envíe. ¿Estamos dispuestos a hacer el sacrificio e ir? ¿Seremos esos obreros que ayudarán en la poderosa cosecha de almas? 

Yo creo que el Señor confirmó Su urgente llamado AHORA a los obreros en una serie de palabras proféticas y visiones que siguieron mis viajes a Japón. 

 

PROFECÍA Y VISIONES

Primero, una mujer en nuestro ministerio nos compartió un sueño que ella había tenido. En ese sueño, ella estaba de pie junto a una ladera, y desde el lado derecho, bajando por la izquierda, ella vio dos poderosos caballos corriendo. Al frente uno, y detrás el otro. Le fue señalado en el sueño que no eran negros ni blancos. Después de un tiempo corto, muchos caballos estaban bajando por la ladera.  Le fue señalado que había sillas de montar sobre los caballos, pero nadie sobre ellos. Ella de alguna forma supo que los caballos tenían una meta, como si fueran a participar en una batalla. Sintió fuertemente que debería saber el significado y específicamente saber lo que los caballos simbolizaban. 

Poco sabía ella que sólo unos cuantos días antes yo estaba compartiendo un mensaje acerca de “preparar a la Novia”. Cité la escritura que dice, “Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y el versículo sigue diciendo, “especialmente si has estado viviendo en la tierra de paz.” Jeremías 12:5

Poco después de esto, una palabra nos fue dada de parte de uno de nuestros líderes en una reunión del viernes por la noche. “Han oído decir en el pasado que el Señor del Universo hizo a un lado  Su gloria y corona para caminar entre los hombres, manso y humilde como un pastor entre Sus ovejas.  Y durante este tiempo, muchos de ustedes se han cansado durante la espera y se han enredado en cosas que los han dañado grandemente y le han clamado al Señor, “¿Cuánto tiempo, Señor, cuánto tiempo antes de que el Señor escuche mi clamor, y me liberte de mis aflicciones?” Sepan esto, que aún ahora el Señor se está agitando Él Mismo para visitar a Su pueblo, pero esta vez no será con un cayado de pastor, sino con una espada. Y Él no está montado sobre un burro, sino en un caballo blanco y Su nombre es Fiel y Verdadero  y Él viene en las nubes, con poder para recibir a Su novia quien se ha adornado ella misma y que está sin mancha y sin arruga. 

Había algo que Dios nos estaba diciendo acerca de los caballos. Necesitábamos entender lo que los caballos representaban en el primer sueño, y necesitábamos entender lo que Dios estaba diciendo de los caballos en esta palabra profética. 

En el sueño los caballos no tenían algún color específico.  Sólo había dos caballos fuertes y detrás había una multitud de ellos, ensillados y preparados para ir a la batalla. En seguida, el Señor estaba diciendo que Él Mismo viene en un caballo blanco, con una espada, preparando a la Novia.  En Lucas 10:1-2 dice que debemos de ir delante de Él a toda ciudad y lugar adonde Él había de ir. Las piezas comenzaron a unirse.Yo creo que el Señor está diciendo, “Iglesia, ensíllate, ensíllate. Los caballos van a la batalla, ¿pero dónde están los obreros que van a cabalgar sobre esos caballos? Ya no se enreden con los de a pie, sino súbanse a ellos y peleen la batalla sobre los caballos de Dios.” Nosotros somos ese ejército y nos está llamando para que estemos preparados. Si verdaderamente creemos que Él viene pronto, ¡hagamos algo al respecto! ¡Vamos a ensillar!

 

Dios nos está diciendo, “Quiero que vayan y preparen en cada ciudad y lugar adonde Yo los envíe, y entonces vendré. Si ustedes van, entonces Yo vendré.”

OBREROS

Dios quiere enviar obreros a cada ciudad y lugar adonde Él está por ir o adonde se va a manifestar Él Mismo. El reto es que la cosecha es mucha, pero los obreros son pocos. Los obreros son los siervos del Señor. Servir es trabajo y sacrificio. Sus siervos deben ofrecerse ellos mismos como sacrificios vivos. Él quiere que tengamos un corazón de siervo para esta generación.  Dios unge el sacrificio.  Debemos de ofrecernos a nosotros mismos no sólo de palabra, sino entregando nuestra vida al servicio. Cuando nos entregamos a nosotros mismos en una total rendición a la voluntad del Padre, Él nos consume con su unción y Su presencia. Dios unge los templos vivientes del Espíritu Santo comprados con el precio de la sangre de Cristo. Él desea consumirnos como sacrificio vivo y Su gloria llenará nuestros templos. 

Como un Cuerpo corporativo de creyentes, cuando nos reunimos en quebranto ante la cruz, diciendo, “Dios, ¿cuál es Tu voluntad para nosotros? ¿Cuál es Tu voluntad para el Cuerpo Corporativo?”  Entonces, juntos nos tornamos en una estructura de gente ungida que dice, “Dios, no mi voluntad, sino la Tuya sea hecha.” La cuestión es, ¿está dispuesto a ser un siervo que hace sacrificios?  Dios está buscando a aquellos cuyos corazones son de Él, a quienes Él puede confiar que hagan Su voluntad.  ¿Estamos dispuestos a ser siervos que hacen sacrificios? ¿Estamos dispuestos como individuos a servir a esta generación que desesperadamente necesita al Señor? 

¿Qué tipo de siervo está buscando el Señor, y qué tipo de sacrificios debemos de hacer?   Aunque el llamado de cada persona es único, creo que existen ciertas características en un siervo que pueden tocar a una generación. 

Podemos ver un ejemplo del tipo de siervo que Dios está buscando en Génesis 24:10.  Ahí dice que Abraham envió a su siervo para buscar una esposa para su hijo. Abraham representa  al Padre Celestial que envía a su siervo, el Espíritu Santo  para buscar una verdadera novia. En Sofonías dice que el Espíritu está buscando, y vendrá el tiempo cuando Dios enviará al Espíritu Santo buscando con lámparas para encontrar a aquellos que no se han comprometido con la autocomplacencia. Yo creo fuertemente que Dios hoy está diciendo, “Yo voy a buscar en la Iglesia, y voy a encontrar para Mí, a aquellos que no se han comprometido con la autocomplacencia.”  Él iluminará a la Iglesia para encontrar a aquellos en los que pueda confiar y que son novias sin mancha y sin arruga. 

Y sigue diciendo, en Génesis 24:10-14 que el siervo tomó diez de los camellos de su amo, cargados con buenos regalos, y se fue a Mesopotamia donde vivían los familiares de su amo. El siervo esperó con sus camellos cerca del pozo, y oró para que Dios le enviara la novia correcta. El siervo también oró, que como una señal, la joven ofreciera darle de beber a él así como a  los camellos.

Veamos la importancia de los diez camellos. Los camellos pueden pasar días en el desierto sin agua ni comida.  Cuando salen del desierto están hambrientos, sedientos y mal olientes. Hoy, esos camellos representan a los que están en el mundo, gente que tiene hambre, sed y es mal oliente, gente que ha estado viajando por el desierto del mundo buscando algo de sustancia. Están clamando, “Denos algo en qué creer.” Los camellos están viniendo, y cuando lo hagan, ¿habrá obreros listos para servirles?  He escuchado que 9% de la población nos cree de acuerdo a lo que decimos; 36% nos cree de acuerdo a lo que decimos y cómo lo decimos.  El resto nos cree basándose en nuestro carácter.  Cuando les mostremos a Cristo, encontrarán comida y bebida en Él. Solamente Él podrá satisfacer el deseo de su alma. Cuando los camellos vengan, que puedan ver a los siervos del Señor listos para servirles.  Podrá tomar bastante agua para poder llenarlos, limpiarlos y saciar su sed.  ¿Estaremos listos para darles de beber?   

El siervo de Abraham encontró a una mujer cerca del pozo dispuesta a ser esa clase de sierva.  Génesis 24:18-19 dice, “Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio de beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber.” He allí una sierva que estaba dispuesta a hacer más de lo que se le había pedido, y es un trabajo difícil y duro. 

A través de la Escritura vemos muchos ejemplos de siervos del Señor. A menudo fueron los siervos los que vieron los milagros más grandes. Aquellos que estaban haciendo el trabajo, que vieron a Dios manifestando Su presencia y haciendo milagros. Dios quiere que seamos esa clase de siervos, dispuestos a dar de nuestro tiempo, talento y tesoro. A final de cuentas, Dios nos quiere a nosotros y  nuestro deseo de ser Sus siervos. Él desea que rindamos nuestra vida para el trabajo del Reino.  El anhelo de nuestra alma sólo puede cumplirse cuando podemos decir, “Sí, Señor”. Al someternos al liderazgo que Él ha puesto en nuestras vidas, ellos nos guiarán.  Dios confirmará Su voluntad y Su dirección para la vida de cada persona. Dios está buscando nuestra disponibilidad para hacer lo que se necesite para servirle y alcanzar a esta generación. 

El Señor está buscando a aquellos que montarán Sus caballos hacia la batalla.  Del sueño profético vimos caballos con sillas, pero nadie los montaba. Estaban listos para la batalla, pero, ¿dónde estaban los jinetes? Los primeros dos caballos salieron. De la misma forma, Jesús comisionó a Sus discípulos para que salieran de dos en dos en Lucas 10:1. Después, muchos caballos más siguieron.  En la palabra profética escuchamos que el Señor Mismo vendrá en un gran caballo blanco y Su nombre es Fiel y Verdadero.  Igualmente, en Lucas 10:1 el Señor envió a Sus discípulos a lugares donde Él estaba por ir.  ¿Estamos listos para ensillar? ¿Estamos listos para ser verdaderos siervos que cumplimos las siguientes palabras?  “Señor, no se haga mi voluntad, sino la Tuya.” 

¿Qué se necesita para llegar a esta generación?  Si estamos dispuestos a servirles, Dios se mostrará a ellos. Ellos verán a Cristo a través de nosotros y nuestro amor por ellos. Los obreros son pocos y hay muchos que necesitan ser servidos.  Dios sólo nos pide que hagamos nuestra parte. Juntos podemos servir a todos los camellos. ¿Estamos dispuestos a ensillarnos en los caballos del Señor y ser parte de Su ejército? 

Los camellos ya vienen. ¿Estamos preparados para recibirlos? ¿Está preparada para servirles la novia de Cristo? ¿Verdaderamente estamos sirviendo a nuestro Señor y Salvador?  Apocalipsis 19:7 dice, “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.” 

¿Nos estamos preparando para ser la Novia de Cristo? ¿Realmente estamos sirviendo a nuestro Señor y Salvador? ¿Estamos sirviendo a las necesidades de otros? Es trabajo duro, pero, oh, ¡el gozo de ver almas agregadas para el Reino!  La promesa de Dios es que “si nosotros vamos, Él vendrá.”

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